domingo, 2 de noviembre de 2008

Apuntes laborales, by Albert

Acerca de la maldad de la gente (dentro y fuera de las Naciones Unidas), de cómo también hay gente buena y honesta (dentro y fuera de las UN), de la mortalidad infantil, de los jefes de Suco, del enojo de los dioses, de lo complicado que es conseguir un baño aceptable y de cómo en mi boletín de calificaciones no voy a tener un “Muy bien, Felicitado”

Trabajar en Naciones Unidas, al menos en la misión de Peacekeeping de Timor (la UNMIT, que le dicen) es una experiencia fascinante y absorbente. Hasta cautivadora, me atrevería a afirmar. Esto no quiere decir que se trate todo el tiempo de una panacea, una fiesta interminable o de un trabajo ideal. Para nada, simplemente quiero decir que toma por completo la vida de cada uno de nosotros de manera avasalladora, sumamente intensa. Se mezclan muchos componentes (algunos complicados no sólo de definir sino también de identificar) propios del trabajo del peacekeeping y característicos de la ONU y otros rasgos propios de de la isla también.

En cualquier caso, debo decir que la mayor parte de mis compañeros de trabajo se toma su tarea bastante en serio y con responsabilidad. Aunque claro, no todos. Y también puedo decir que muchos de ellos están muy comprometidos con la causa de ayudar a este país y sus habitantes a vivir mejor, con una dedicación y entrega dignas de admiración. Aunque claro, hay otros que sólo piensan en mejorar su propia vida y les importa muy poco lo que los rodea. Sin embargo, hay muchos otros que son gente extremadamente preparada, con una gran educación y experiencia, culta e informada que tiene buenísimas intenciones y son excelentes profesionales y colegas generosos. Por supuesto: hay otros que están dispuestos a morir o matar a quien se les ponga delante de su camino. Pero nada nuevo, queridos míos, al menos (y por el momento) nada que me sorprenda o nada que yo no haya experimentado en carne propia en los últimos 22 años de vida laboral en Argentina y otros países de América Latina.

¿Traidores? ¿Gente dispuesta chupar las medias para cagar a su compañero de la derecha? ¿Mentirosos? ¿Cínicos? ¿Inescrupulosos? ¿Chamulleros? ¿Aprovechadores? ¿Inútiles que hacen “la plancha”? ¿Honorables personajes llenos de ideales que se olvidan de sus ideales poco honorablemente? ¿Empleados desgastados por el abuso psicológico de sus inútiles jefes? ¿Amigos de toda la vida que de repente se dan cuenta de que ese amigo de toda la vida se puede ir rotundamente a la mierda sólo para que no le estorbe en su camino a la fama, la fortuna y el éxito????? Vamos, por favor… quien me diga que eso sólo pasa en Naciones Unidas o bien nunca salió de la puerta de su casa, o bien lo mantienen en un frasco, o bien miente. O todas juntas.

Naciones Unidas es un ambiente claramente competitivo. Quizás la mayor ventaja radique en que, justamente, esa competitividad no está disfrazada, sino que es transparente, fair play. A pesar de ello afirmo después de tres meses de convivencia diaria, que ni el clima es tan cínico, ni la gente tan mala, ni la organización tan inútil como he venido escuchando en comentarios de muchos que me daban su opinión cuando me salió el puesto. Por el contrario, tan negativa era la visión que yo traía que me he quedado gratamente sorprendida. Casi lo mismo me pasó cuando entré a trabajar en el Plan de Prevención del Delito del Ministerio de Justicia de la Nación. Uno de afuera cree que todo empleado del estado es un ñoqui cínico y aprovechador. Y no. Resulta que no, no todos al menos. En el Plan me encontré con gente impresionante, admirable, que dejaba su vida por la de otros con una entrega que iba muchísimo más allá de lo requerido y sin pedir nada a cambio. En los casi más de cuatro años que estuve allí no me decepcioné en ningún momento y me fui del plan muy feliz de haber tenido la suerte de trabajar allí. Por supuesto que tanto en el Ministerio como en la ONU hay miles de aspectos reprobables y criticables. Pero agradezco ambas oportunidades. Sí, es verdad, recién pasaron tres meses en la ONU escucho pensar a algunos de Uds., pero no importa, al menos el balance de los tres meses es positivo.

Por empezar, entré con un cargo profesional bastante bueno, del medio para arriba, es decir que tengo cierto acceso (aunque no mucho, pero suficiente como para ir entendiendo cómo se hacen las cosas) al nivel de toma de decisiones. Y también al nivel donde quizás una idea mía pueda llegar a verse aplicada efectivamente en la vida real. Y eso es –humildemente-, un gran desafío profesional pero también personal. A veces también es muy confuso. Es que esto de construir “una nación para la tribu timorense” nos deja a todos de manera constante debatiéndonos entre si la modernidad es exportable, la democracia el mejor sistema y si nosotros tenemos derecho a pensar que aquí las cosas deberían ser de otra manera. Claro, el relativismo cultural y el respecto por el folklore ajeno tiene un límite, al menos en mi caso. Y para mí ese límite es el trato que le dan aquí a los niños: la mortalidad infantil cercana al 40% antes de los 4 años de edad, una de las más altas del planeta. Además, tengan en cuenta que yo no soy partidaria de la idea del “buen salvaje”. Para nada. Creo en la civilización y descreo de la barbarie. Estoy convencida (“persuadida”, como diría Alfonsín, ahora que estamos festejando los 25 años de democracia) que los derechos humanos deberían regir para todos los seres por igual, no importa si nacen en la maternidad Suizo Argentina o en la choza del compaund de los refugiados Manatutu. Muy idealista, quizás, pero prefiero mantenerme así de esta manera, me ayuda caminar con la mochila más liviana y a despertarme más contenta cada mañana.

Sucos y Aldeias

Los Sucos han sido siempre (desde cientos de años atrás, antes de la llegada de los portugueses a estas remotísimas tierras) la célula o institución política más fuerte de la organización territorial de Timor-Leste. La mayoría de la gente del país vive en áreas rurales, desparramados en pequeñas aldeas (o knuas) que incluyen unas cuantas casas. Estas aldeas o grupos de aldeas, entre todas forman un Suco. El Suco se basa en la idea de la familia extendida, es decir, todos somos parientes pero hay una familia (la más antigua, la que cuenta la leyenda o la costumbre que llegó primero a esas tierras) que es, obviamente, la que domina y a la que se llama “Casa”. Los miembros de una misma “casa” pueden rastrear sus ancestros al estilo la serie “Raíces”, con un ancestro en común que los hace pertenecer a la misma “casa sagrada” (uma lulik).

Las casas de cada territorio específico se ordenan de manera jerárquica: la “casa” más antigua tiene preeminencia, pero a su vez, cada casa se dedica a cosas distintas. Por ejemplo, algunas familias poseen autoridad política pero otras, autoridad ritual. Algunas tienen la obligación de proveer y cuidar la fuente de agua, otras de ocupar un lugar específico en el ceremonial o del tema curandería. Es importante entender que la casa que tiene autoridad ritual está -cosmogónicamente hablando- muy por encima de aquellas que tienen autoridad política. Para los timorenses, si no se respeta a los mayores y a las “casas”, los dioses se enojan y los niños se enferman. Por lo visto, con las estadísticas de mortalidad infantil en la mano, se ve que los dioses se enojan bastante a menudo.

Por supuesto que en estos tiempos de mensajes de texto y feroz telefonía celular las cosas han ido cambiando, sin embargo no tanto. Además, claro, supuestamente son todos católicos, pero...

Aunque haya autoridades administrativas del gobierno central legal en los distritos estas tienen que acordar con las autoridades tradicionales para hacer cualquier cosa. Los jefes de Suco y de Aldeias tienen que estar informados. Las elecciones del año que viene (uno de los ejes centrales que ocupa mi actual vida laboral) son justamente de Sucos. Es que para intentar incluir esta milenaria organización en la democracia timorense se está actualizando una ley que permita votar a los consejeros de los 442 Sucos del país. Pero hay que tener cuidado, porque una vez más de acuerdo a la cosmogonía timorense, si el poder cae en manos de la “casa” equivocada, toda la comunidad se verá amenazada por el castigo ancestral. Entonces imaginen qué lío es armar aquí las listas y las boletas de votación, porque para definir los candidatos la primera opinión que cuenta es la de la divinidad.

Visita al pintoresco y exótico Mercado de Taibessi

Este mes comencé mis clases de Tetun. De acuerdo a mis Términos de Referencia (es decir, mi Job Description) debo pasar el 70 por ciento de mi tiempo en las oficinas del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el 30 por ciento restante en mi oficina asignada, que en mi caso son dos, debido a que mi equipo está conformado mitad por gente de UNDP (Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas), mitad por gente de DPKO (Peacekeeping). Entonces mi escritorio propiamente dicho está en Obrigado Barraks y el de mi jefe en otro edificio llamado Respect Building, o “the Beach”, porque está frente al mar. De ahí que gran parte de mi día lo paso manejando la camioneta Toyota Prada que me da la misión de un lado para otro de Dili, de Obrigado Barraks al CNE y del CNE al Respect Building. A veces no me molesta, pero otras veces sí. El tema es que en cada movimiento arrastro conmigo mochila cargada con computadora, carpetas, fotocopias, cuaderno, etc. Y cartera con cosméticos, celulares, cargadores, anteojos, billetera, identificaciones, etc. Gran parte de mi tarea consiste, entonces, en no perder nada o dejar nada olvidado en alguna de las tres locaciones. Que a veces se vuelven cuatro, porque muchas reuniones las tenemos en el “Café Brasil”. Y además están los almuerzos. O las idas de último minuto al banco. O lo que fuera.

Detrás del inconveniente de las múltiples locaciones se esconde otro problema de hondo contenido dramático: el de los baños. Veamos. Está el ranking de oficinas. Donde peor la paso es donde está el mejor baño, es decir en Obrigado B. En el CNE, donde no la paso tan mal, el baño es digamos, primitivo sin entrar en detalles. Pero en el Respect Building, donde el clima de trabajo es más agradable y distendido, los baños son directamente inmundos. Entonces, los cálculos de mis encaracolados recorridos y trayectos muchas veces se rigen más por mis más íntimas necesidades sanitarias que por las estrictamente profesionales. Es decir, a Respect Building tengo que llegar con la boca limpia, la vejiga liviana y la panza vacía. La limpieza dental debe ocurrir en Obrigado, porque es donde hay agua potable. Si no, a mi ya pesadísima mochila debo agregar una botella de agua mineral, que muchas veces también olvido en alguna parte. El baño de CNE da para lo más elemental pero el de Respect no da para nada.

Pues bien, volvamos a las clases de Tetun. Claro, mis contrapartes nacionales del CNE hablan básicamente Tetun, algo de portugués y bastante inglés. Sin embargo, los periódicos, las reuniones de la comisión directiva y las principales actividades son en Tetun, por lo cual mi performance laboral mejoraría muchísimo si yo lo hablara o al menos, lo entendiera a medias. Por suerte, la misión ofrece en Obrigado B cursos gratuitos, en los que te evalúan por tu dedicación y compromiso con el saber. Yo me anoté en uno que lleva adelante un joven timorense muy agradable llamado Norberto. Las clases tienen lugar una vez por semana en el peor horario posible: de 14,30 a 16, cuando el clima de Timor no tienen piedad alguna con nadie ni nada. Es la hora de la pesadilla de aquellos que amamos los climas templados y fríos. No corre una gota de aire, el cielo arde, el sol quema, el sudor cae y el cerebro se derrite. Un lindo momento para quedarse dentro de donde sea, a la sombra, bajo el fresco reparador del aire acondicionado en caso que haya luz y que funcione.

Pero no. Esta semana Norberto decidió que era una buena idea ir a practicar los nombres de las frutas y verduras al mercado de Taibessi, algo así como ir de paseo a Ciudad Oculta un día de enero de 40 grados a la sombra. Yo estaba coquetamente vestida para circular por mis múltiples oficinas, no para ir al mercado callejero. El mercado queda justo al lado de un canal seco y lleno de basura que huele como azufre. Apenas al bajar del auto ya comencé a maldecir, perjurar, insultar e insultarme a mí misma sin parar preguntándome que hacía una Bratz como yo en un lugar como ese, ridículamente vestida y en el peor horario del día. Ni que decir que nunca aprendí el nombre de ninguna puta fruta. Para colmo, como en mi camioneta iba con más gente, no podía darme media vuelta y desaparecer. No. Me tuve que quedar esperando que mis compañeros compraran huevadas y se trataran de comunicar en su rudimentario Tetun con los locales, que obviamente no dejaron de burlarse de nosotros en ningún momento. Hacía un calor indescriptible, la transpiración no dejaba de caerme por el cuello mientras miles de moscas cubrían los alimentos y los chanchos, los gallos de riña y las gallinas corrían por doquier. Mi cara de odio profundo no pasó desapercibida al profesor, que estratégicamente evitaba estar demasiado cerca de mí o se escudaba en una compañera alemana llamada Michele, que cuaderno en mano, no dejaba de tomar notas y repetir palabras nuevas para su vocabulario tetunés. Finalmente, después de 50 interminables minutos, Norberto dio por finalizada la clase, corrió al otro auto (obviamente) y salió disparando. Quiero aclarar que no lo pensaba perseguir ni buscar venganza, pero estoy segura que mi actitud razonable, civilizada y cabal (a quién se le ocurre semejante plan????) va a ser no sólo incomprendida sino que va a aparecer negativamente reflejada en mi boletín escolar.

4 comentarios:

Mariana Levy Polack dijo...

Querida Al!!!
Tanto tiempo...
Lo primero que tengo para decir es que, de alguna meanera, la vida suena mejor...
Al principio sonaba a que tu trabajo no era de tu agrado...por fin escucho a la "old Albertina" y el entusiasmo por su proyecto!!!
Muy interesante el organizacion de los Sucos...es interesante ver la interaccion de los sistemas politicos..
En cuanto al pobre Norberto...no sabe a quien tiene adelante!!! Espero, por su bien y preservacion no refleje tu comportamiento en el boletin...
Un beso enorme,
Mariana

Unknown dijo...

Bien esa es la Albert que conozco ,entusiasta y con ganas de hacer cosas!!! choque de mundos distintos un reto, pero una linda aventura, lo de las envidias y demases...es la misma historia de siempre la naturaleza humana es asi, no hay de otra !!!
suerte y mucho animo.
Cariños
Judith

Ana dijo...

Hola Albert, buenísimo leerte idealista y realista... la paz en el mundo es importante pero los baños son un grave problema para las bratz y las no tan bratzs.
Al teacher decile que tenés clases particulares con Eloisa que te enseña Tetum...
un abrazo,
Ana

CLE dijo...

Claro, claro.. usted búrlese! Pero ya va a tener que pedirles a Helga y a Frida que le vayan a comprar rúcula y dos tamarindos bien maduritos...